La Greca, Francisca Beatríz
Floresta
En: Historias de Buenos Aires. -- Año 2, no. 9 ((Oct. 1988), 0). -- Buenos Aires : Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, Oct. 1988

Las vivencias de los talleristas no abarcan todo el barrio de Floresta -el barrio así denominado y delimitado por la Ordenanza y Decreto MUnicipal de 1972 -y se identifican con el barrio de Monte Castro, es decir Floresta Norte, más allá del Maldonado. La actual Segurola -"camino de Monte Castro" fue la ruta obligada de los ejércitos de la independencia, además de ser la primera calle empedrada en la zona (1909); hacia el Oeste del camino se establecieron los primeros núcleos de población (actual barrio Vélez Sarsfield); en 1987, en la esquina de Segurola y César Díaz (hoy Floresta) se instaló un almacén de ramos generales con despacho de bebidas y comestibles. En 1910, en el actual Vélez Sarsfield un inmigrante italiano construyó un núcleo de 26 casitas, cortadas por dos pasajes (hoy Juan A. Boeri y Monte Castro); en 1915 otro paisano, con el apoyo del gobierno italiano construyó 44 casitas para los familiares de los italianos que volvían a su patria para combatir en la Primera Guerra. En esa primera etapa la fuente de trabajo más importante de la zona era la fabricación de ladrillos, pero también estaban las numerosas quintas; de hecho estaba incomunicada con el resto de la ciudad por el curso del Maldonado; recién en la década del 20 comenzaron a circular los primeros medios de transporte -los "breaks"- que iban por Segurola de Alvarez Jonte a Rivadavia hasta las 22 horas; ya desde la década anterior funcionaban para llevar a las maestras hasta Rivadavia y Carrasco. Después del loteo de los terrenos por la sucesión Rocca (hacia 1926) aparecieron los ómnibus y empezó a cambiar la fisonomía del barrio; por entonces surge el barrio Segurola
-más conocido como de las "casitas baratas"- que contó con pasajes asfaltados, desde 1936, por iniciativa y acción de la Sociedad de Fomento. Suponen algunos talleristas que por entonces comenzaron a darse algunos conflictos entre los vecinos porque los recién llegados eran mayoritariamente empleados, estatales, bancarios, que se vestían "con traje y corbata". Deduce la coordinadora que la vivienda más importante de los talleristas fue la escuela porque les quedó grabado su nombre como el de las maestras y los libros de lectura. Concluye con una breve reseña de la sucesión de Manuel Rocca y su legado para construir un hospital y un "asilo que deberá llevar el nombre de Manuel Rocca para educar 80 a 100 niños pobres", según reza en el testamento firmado en 1913, actual Hospital de Rehabilitación del mismo nombre. Incluye ilustraciones y dos poemas.

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